Antonio Raimondi: un italiano cautivado por el Perú
Antes de su aporte, había escasas, cuando no inexistentes, investigaciones científicas sobre todas las riquezas originarias del país. Por esta razón, y para efectuar estudios naturalistas, Antonio Raimondi decidió venir al Perú en 1850. Era 28 de julio cuando, a los 25 años, el joven llegó al Callao.
Nacido en Milán, el 19 de setiembre de 1824, ya desde pequeño demostró un interés particular hacia la naturaleza y una inclinación por los viajes. De hecho, en su juventud se deleitaba leyendo acerca de las grandes exploraciones de James Cook, Cristóbal Colón, Alexander von Humboldt y desarrolló particular interés hacia la América del Sur.
“Su proverbial riqueza, la variedad de su territorio, que parece reunir en sí misma, en las dunas de la costa los áridos desiertos del África, en las amplias punas las monótonas estepas de Asia, en las altas cumbres de la cordillera las gélidas regiones polares y en las densas selvas de la montaña la ferviente y exuberante vegetación tropical, me persuadieron a preferir el Perú como campo de exploración y de estudio”, dijo el mismo Raimondi en una entrevista.
Raimondi vivió en Perú cuarenta años, la mitad de los cuales dedicados a viajar por todas sus regiones y la otra mitad en organizar y publicar todas sus investigaciones y hallazgos. Recién llegado a Perú se le ofreció la oportunidad de sistematizar la colección de botánica, biología y minería de la Escuela de Medicina del Colegio Independencia donde, años después, impartió clases de Historia Natural Médica y de Química Analítica, hasta que, en 1866, fuera proclamado decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en la que había obtenido el título de Doctor en Ciencias Naturales, en 1862.
Durante sus viajes hizo muchos descubrimientos, especialmente en el departamento de Ancash. Allí halló la famosa estela que hoy lleva su nombre, un monolito de granito de casi dos metros y decorado con dibujos típicos de la cultura chavín. A casi 4 mil metros de altura, descubrió también una especie andina de plantas: la porretia gigantea, denominada sucesivamente Puya de Raimondi, también en su honor, una planta que llega a los diez metros de altura y resalta por su verde en medio de un entorno árido y seco. En 1873 publicó el libro “El departamento de Ancash y sus riquezas naturales”. Lleva su nombre también un ave: el cortarrama peruano, es decir la Phytotoma Raimondi.
Fue un coleccionista sin igual, consta que recolectó 20 mil plantas, 11 mil animales, 3 mil ejemplares de rocas y minerales y 2 mil fósiles. Se cuenta que, durante la Guerra del Pacífico, en vista de la ocupación de Lima por las fuerzas armadas chilenas, fue a la San Marcos y cogió los minerales y los ejemplares botánicos, que había vendido a la Universidad, y los llevó a su casa para defenderlos, rechazando así las propuestas de llevarlos fuera del país para resguardarlos, ya que –según decía- estos pertenecían al Perú y aquí debían quedarse. El mismo acto de quedarse durante la guerra habla del cariño que ganó de los limeños. Raimondi siempre había sido muy activo en política, de hecho, en Italia, había participado en las cinco jornadas de Milán, sublevación en contra de los austriacos, en el marco de la guerra de Independencia y de Unidad de la península. Sus expediciones fueron apoyadas y financiadas por los gobiernos porque los intereses del italiano concordaban con las necesidades de los políticos que querían utilizar los recursos naturales para provocar inversiones e impulsar el desarrollo del país. Además, en una época en que los confines con los países limítrofes no eran claros, su actividad de geógrafo y cartógrafo era muy requerida. De hecho sus mapas fueron utilizados por Mariano Felipe Paz Soldán en su Atlas Geográfico del Perú, publicado en París, en 1865.
La obra más conocida de Raimondi es “El Perú”, un proyecto enciclopédico en veinte volúmenes que iba a coleccionar todos los hallazgos en botánica, mineralogía, geología, etnografía, geografía y zoología hechos en sus viajes. Hasta su muerte se publicaron solo tres volúmenes. Lo primeros dos entre los años 1874 y 1876 y el tercero en 1880. La dedicatoria del primero es “A la juventud peruana”, de hecho Raimondi quería que todos los peruanos conocieran su patrimonio natural y pudiesen disfrutar.
El científico italiano desarrolló su interés hacia la naturaleza con método científico y dio a los peruanos lo que les faltaba: el conocimiento de sus recursos naturales y, sobre todo, una catalogación. Su trabajo fue de investigación, recolección y recopilación de ensayos para que sus hallazgos estuvieran al alcance de todos. No fue un intelectual cerrado en su mundo, sino que fue de los más importantes intelectuales que dieron a conocer el Perú. La prueba de esto son sus cartas a personalidades internacionales y su participación a la Exposición de Francia con una selección de minerales que descubrió en Perú y que le hicieron ganar la medalla de oro.
Recientemente, el Banco Central de Reserva del Perú presentó una moneda conmemorativa de plata de una onza Troy por el bicentenario del naturalista milanés. Esta pieza de colección lleva grabada la frase de Raimondi con la que definió la naturaleza nacional: “Me parecía no tener ojos suficientes para verlo todo”. (1)
"El legado científico y moral de Antonio Raimondi es uno de los capítulos más destacados en la historia universal de las ciencias naturales. La difusión de su obra y su inquebrantable amor por el Perú son tareas que se renuevan con cada generación. Como institución fundada por él, buscamos preservar y promover su legado desde un enfoque humanista, cultural, científica, reflejando el valioso aporte bicultural entre Italia y Perú".
Con esta frase, Fairuz Saba, directora del Colegio Italiano Antonio Raimondi resume el espíritu bicultural que resume la característica desde hace casi cien años, la formación académica del colegio Raimondi, hogar de las reliquias del naturalista milanés. (2)