¿La economía está en cuidados intensivos?
Diversos economistas afirman, como si fuera sorpresa, un aserto “estamos en recesión”, algo que dijimos meses atrás en esta “Cortina”, pero en realidad, eso no nos debe extrañar, pues en los últimos años hemos hecho todo lo posible para estar en esta situación, desde aplicar un politizado y pésimo plan sanitario con la consiguiente recesión, tener un desmanejo económico, y desarrollar un populismo rampante especialmente en los últimos dos años, sin duda superior a los que estábamos acostumbrados, circunstancias que encontró el gobierno.
Sin embargo, el ministro de Economía, Alex Contreras, asegura que no hay tal riesgo (¿?) y que, por el contrario, existe un crecimiento de la inversión pública y privada, que se traduciría con un repunte en julio, pese a factores exógenos por conflictividad y cambio climático, que escapan de las manos del gobierno.
La recesión se define como un periodo de al menos dos trimestres consecutivos con contracciones del PBI, traducidas en caídas de la producción e incrementos del desempleo.
Tenemos un déficit fiscal que se calcula que estará entre 2,6% y 3,8% del PBI, más alto que la meta prevista de 2.4%, por la caída de la recaudación tributaria, debido al bajo crecimiento de la economía que será, según proyecciones entre 0.8% a 1% en el PBI. No se puede gastar más de lo que se tiene todo el tiempo.
El régimen estimó tasas de crecimiento nada realistas como 3.5% en el PBI, lo que hizo perder la credibilidad. La inversión pública en vez de complementar a la privada lidera la desaceleración. Empezamos la segunda mitad del año con más del 70% aún sin ejecutar.
La inversión privada será según el BCR -2.5%, por la caída del consumo, bajo crecimiento de la productividad y la absoluta precariedad del empleo. Ojo que desatender el crecimiento de la economía hoy, es no tener en cuenta el futuro del país.
Debemos evitar que la situación económica y social empeore, lo que se llama “recesión psicológica”, porque genera pesimismo en los empresarios, trabajadores y amas de casa, y hasta dentro del Gobierno. Los agentes económicos disminuyen el consumo e inversión ya que leen sobre el estancamiento de la economía, que la inflación que el 2022 fue de 8.56% y a julio de este año llega a 5.8%, superando el rango meta de 3% establecido por el BCR.
Al no haber consumo se desalienta la pequeña y mediana inversión, y se genera desempleo, sub empleo, e informalidad, lo que disminuye el crecimiento del PBI y las expectativas empresariales en el mediano plazo. Rápidamente cae el turismo, la construcción y la manufactura no primaria.
En el Perú de cada 100 soles invertidos, 80 soles provienen del sector privado. De allí la importancia de incrementar la confianza del empresario privado y extranjero, grande y pequeño. Se debe tener en cuenta el sentir empresarial y que la confianza -algo que hemos perdido en los últimos años- influye decisivamente en las decisiones de inversión.
Nuestro estancamiento económico aumenta los problemas, pero el MEF no atina a aplicar medidas rápidas y efectivas para promover la producción y el consumo. La economía no se maneja con buenas intenciones sino con hechos. El ministro debe recordar que el crecimiento se logra con inversión y empleo pero que den como resultado mayores bienes y servicios.
El crecimiento de la economía se puede reestablecer, mediante un conjunto coherente y estratégico de medidas que incrementen la inversión privada y generen un shock de confianza en los agentes económicos.
Lo que viene sucediendo con la corrupción, el anormal problema climatológico y un ambiente político absurdamente enrarecido parece que conforman al ministro de economía a “normalizar” un crecimiento bajo del PBI, y no a buscar revertirlo. Aceptar una tasa de crecimiento de 1% o 0.8% del PBI, es resignarse a que los 300,000 jóvenes que ingresan al año a la fuerza laboral no encontrarán trabajo, aumentará la informalidad, y que la pobreza aumentará.
Tenemos pérdidas masivas de empleo en casi todos los sectores primarios y secundarios. La pobreza ha alcanzado al 27,5% de los peruanos, equivalentes a 9 millones 184 mil personas. Por otra parte, 1 millón 673 mil peruanos están en extrema pobreza, mientras que el 32.3% están en riesgo de caer en ese estado.
El 60% de los hogares no cuentan con uno o más servicios (agua potable, saneamiento, electricidad e Internet). 6.7 millones de peruanos perdieron sus empleos a mediados del 2020, gracias también a los dos virus: el sanitario y el político (léase Vizcarra).
Hay mucha gente está endeudada a costa de deber más, lo que equivale a una falsa prosperidad.
Tenemos una economía donde la mediana empresa es casi inexistente, y existen micro y pequeñas empresas donde el 75% del empleo es informal y obligan a mantener la producción de bienes y servicios, para evitar la crisis total de la economía con su consiguiente costo social.
Es necesario un compromiso, esfuerzo y profesionalidad con flexibilidad para facilitar a las empresas seguir operando en esas circunstancias. No requerimos un crecimiento pequeño, incapaz de generar empleo y reducir la pobreza.
Debemos desterrar el sistema administrativo público que frena cualquier plan de inversión. No podemos convivir con un estado que gasta mal, y posee una elefantiásica burocracia que lejos de servir de apoyo, ahoga la creatividad y fomenta la informalidad como INDECOPI, y la SUNAT).
El estado no crea riqueza, sino que les quita a unos para dárselo a otros, quedándose con una parte para mantener a la burocracia.
El escenario y las previsiones son bastante duras. En ese contexto, hay dos opciones: o somos parte del problema, o somos parte de la solución.
Tenemos que evitar la confrontación entre los poderes del Estado, la desatención de la población y una economía que languidece. Los principales problemas del país son la inseguridad ciudadana, la corrupción y el bajo crecimiento económico.
Debemos efectuar ¡ya! reformas económicas, políticas y judiciales. Las realizadas hasta ahora han sido simples simulacros que no han dado ningún resultado. Debo recordar que son las personas las que delinquen y no las empresas.
No aceptemos compromisos de un congreso deteriorado con bajísima aceptación, que proponen políticas populistas y sin visión de país.
Nuestra situación de crisis política, económica y sanitaria debe hacernos reflexionar sobre la importancia de mantener algo de nuestra fortaleza macroeconómica.
Podemos estar caminando hacia el abismo por la incertidumbre de un gobierno débil y un congreso populista. Existe una falta de gerencia pública que ha generado un estado disfuncional en todos sus niveles.
Estamos-supuestamente- en una economía social de mercado, debemos defender la propiedad privada y procurar por todos los medios de hacer reformas para tener un Estado pequeño que debe dedicarse a proveer seguridad, administrar justicia, financiar infraestructura y financiar esquemas, temporales y bien dirigidos, de alivio a la pobreza.
Sin embargo, observamos pasividad y complacencia de políticos, empresarios ante un ejecutivo y parlamento que están llevando al país a cuidados intensivos.
Sugiero desde aquí, Detrás de la cortina, que el ministro de Economía convoque con carácter de urgente a un grupo de profesionales especialistas en cada uno en sus campos con perfil técnico o académico, y que acrediten una experiencia práctica para elaborar un plan estratégico de reactivación económica de urgencia.
El grupo debe estar formado por economistas, directivos, empresarios, representantes sindicales, de las Pymes, los trabajadores autónomos, y de alguna organización de defensa de los consumidores provenientes de los diferentes sectores. Así se puede elaborar un conjunto de estrategias económicas y un plan de reactivación real. Debemos saber dónde estamos y hacia donde vamos.
Busquemos recuperar la estabilidad política y económica. Se debe alcanzar un PBI entre el 5% y 6% anual, se puede dejar al mercado los precios claves de la economía, tipo de cambio, tasas de interés, las remuneraciones, pero se deben considerar medidas de regulación para evitar los abusos de los monopolios y oligopolios que concentran y distorsionan el libre comportamiento del mercado.
Como señalaba Milton Friedman, si el estancamiento nos dirige a una recesión técnica que es una contracción de la actividad económica y la economía no se recupera, no es por una falla del mercado, sino porque el gobierno reacciona de una forma incorrecta.