Burocracia
Me dices que llevas una hora y media haciendo cola para fedatear el duplicado de uno de los documentos que te piden para renovar el otro papelito, este sí indispensable para vivir. Te enfadas, frunces el ceño, meditas sobre la situación de la administración pública y concluyes, con cansancio, que el país no tiene remedio, que lo único que queda es emigrar. Contemplas la larga fila de los que soportan estoicamente el sol limeño, tan traidor como nuestro clima y, de pronto, una idea se abre paso en tu memoria: hemos vuelto a los ochenta.
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